Tropezando con Chávez

Daniel Romero Pernalete

Un agudo lector me hizo llegar un amable reproche. Dice que le dedico mucha tinta a Chávez. Y sugiere que apunte la pluma hacia otros blancos. Intenté complacerlo. Confieso que no pude. Me paseé por mil tópicos, pero en todos ellos me tropecé con Chávez.

Me decidí a escribir sobre la delincuencia desbordada, por ejemplo. Pero allí estaba el Chávez resentido. El que más de una vez ha justificado el delito. El que fomenta el odio entre la gente. El que invoca la muerte en sus consignas. El que nunca ha incluido el problema en su agenda.

Me bajé de ese tema para montarme en otro: el de la corrupción en Venezuela. Pero por el camino me topé con Chávez. Practicando delitos con nuestro patrimonio. Apañando el dislate del aliado. Rodeado de caimanes y de chulos. Creando una nueva élite de ricos de albañal. Hablando babosada sobre la corrupción y durmiendo con ella.

Quise abordar entonces otros temas: desempleo y pobreza, verbigracia. Pero choqué con Chávez en la vía. Lo vi quebrando empresas. Espantando inversiones. Botando funcionarios que no lamen sus botas. Otorgando limosnas para darle largura a la miseria.

Quise mojar la pluma en el asunto de la economía. Y allí conseguí a Chávez, asfixiando la libre iniciativa. Amenazando clínicas y medios. Dirigiendo invasiones delictuosas. Cooperativizando el raterismo. Chupándole la sangre a PDVSA. Regalando el país a sus compinches. Desbaratando la estructura productiva del país.

Volteé la vista hacia la educación. Y al primero que vi fue a Hugo Chávez. Estafando a la gente con titulaciones sin sustento. Convirtiendo la escuela en mecanismo de adoctrinamiento. Oficializando la medianía. Pervirtiendo la historia. Sentenciando la autonomía universitaria. Enseñándole los dientes a la educación privada.

Buscando nuevos temas me interné en nuestra historia. Pero por allá venía Chávez, trayendo a trompicones a Bolívar, a Sucre, a Miranda, a O'Higgins, a Artigas y a San Martìn hacia su socialismo de utilería. Y hasta a Tupac Amaru y al propio Guaicaipuro los traía maniatados con similar destino.

Me mudé para un tema más moderno. El de la democracia en Venezuela. No hace falta decir que allí conseguí Chávez sembrando intolerancia. Cortando de raíz la independencia de los poderes. Talando libertades y derechos. Abonando manías totalitarias. Desocupando el vientre sobre la Constitución.

Me fui a jorungar temas allende las fronteras. Pero también allí me encontré a Chávez. Repitiendo sandeces de cumbre en cumbre. Haciéndole la plana a Evo Morales. Lavándole las patas al tal Kirchner. Sobándole la barba al cadáver de Castro. Haciendo de tutor de Ortega en Nicaragua, de Correa en Ecuador.

También lo hallé peleando con Uribe en Colombia, con Calderón en México, con Bush en todas partes. Lo encontré amamantando subversiones. Planificando guerras asimétricas.

Buscando temas para mis escritos, me asomé a otros niveles de gobierno. Y allí también vi a Chávez. Dando instrucciones, distribuyendo insultos o descargando culpas sobre gobernadores y alcaldes. Despotricando de la descentralización. Acariciando nuevas geometrías de poder. Promoviendo explosiones comunales

Por dondequiera que intenté meterme me tropecé Chávez. Lógico es que así sea, en un país donde nada se mueve sin su venia. Para mí es muy difícil no escribir sobre Chávez (o, más correctamente, contra Chávez). El amigo lector me pide demasiado.

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