Desprestigio militar

Daniel Romero Pernalete

La masacre de La Paragua puso de nuevo a la Fuerza Armada venezolana en las páginas rojas. El suceso es otra lamentable muestra de la insania y el irrespeto por la vida que han hecho nido en los cuarteles. Diez mineros muertos fue el indignante saldo.

De no ser por los medios de comunicación, el episodio hubiera quedado enterrado con los cuerpos. En el corazón de la selva. Sin registro y sin protesta. Pero los medios se convirtieron en eco de sobrevivientes y familiares. Y el gobierno no ha podido, por ahora, echarle tierra al asunto.

Sin haber procesado la rabia, el país ha tenido que soportar el descaro de algunos dirigentes oficialistas que atribuyen la conmoción a una conspiración mediática para desprestigiar a la Fuerza Armada…Su fanatismo los lleva a cuestionar la crítica, no el evento que la produce.

Y uno se pregunta: ¿Quién desprestigia realmente a la Fuerza Armada? ¿Los que denuncian el repudiable suceso… o los hombres que el 22 de septiembre usaron las armas de la República para matar cobardemente? ¿Los que piden justicia o los que se ríen de ella a la sombra de una boína militar?

¿No la desprestigian los efectivos que asesinaron a mansalva a ocho personas en La Victoria el pasado mes de julio? ¿Y los integrantes del Batallón de Honor que la noche del 12 de septiembre casi matan a cuatro jóvenes por cometer el delito de pasar, rumbo a sus hogares, frente a la residencia presidencial?

¿No la desprestigian quienes, en marzo del 2004, prendieron fuego a ocho soldados en la sala disciplinaria de Fuerte Mara? ¿Y el efectivo que quemó vivos a dos soldados en la sala de castigo el Batallón de Cazadores de Cumaná en marzo de 2004? ¿Y los que por negligencia permiten estos desmanes?

¿No la desprestigia la Guardia Nacional con la salvaje embestida contra damas y niños durante los desalojos de Los Semerucos en septiembre del 2003? ¿Y la desmedida reacción de la Casa Militar, dos años después, contra un grupo de féminas que protestaban frente a Miraflores?

¿No la desprestigian los generalotes que, frente a las cámaras de TV, eructan, muerden micrófonos y atropellan a mujeres? ¿Y los efectivos que agredieron a Elba de Diamante enero del 2003, o a Elinor Montes un año después? ¿Y no la desprestigian quienes condecoran a los agresores y alaban a los rufianes?

¿No la desprestigian los militares que hicieron su agosto con el Plan Bolívar 2000 durante los primeros años del desastre chavista? ¿Y los oficiales involucrados en el escándalo del Complejo Agroindustrial Azucarero Ezequiel Zamora en el 2004? ¿Y quiénes apañan la corrupción desde el seno mismo de la Fuerza Armada?

¿Y no la desprestigia el Alto Mando Militar cuando permite la penetración de agentes cubanos en la institución? ¿Y los que han puesto a la Fuerza Armada al servicio de un proyecto desquiciado, anacrónico e inhumano? ¿Y los que juegan a la guerra asimétrica?

El desprestigio no viene de afuera. Viene del intestino grueso de la institución militar. El lector sabe lo que allí se almacena.

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