Plomo en el ala

Daniel Romero Pernalete


La glotonería política no paga. El empacho ideológico tampoco. La viveza mal administrada menos. La patanería transnacional tiene un costo. Si Hugo Chávez tuviera tintura de estadista lo habría notado desde hace rato. Pero la ignorancia ciega. Quiso ser águila y terminó convertido en perdiz.

Chávez pretendió integrar a Latinoamérica alrededor de un proyecto político, y olvidó que las relaciones económicas mueven a las sociedades y al mundo. El viejo Marx lo advirtió hace siglo y medio. Chávez quiso empezar el edificio por el techo y la estructura no soportó el peso.

La implosión controlada de la Comunidad Andina de Naciones deshace lazos con los países histórica y culturalmente más cercanos a Venezuela. Los mandarriazos que Chávez le ha dado a Mercosur auguran malos tiempos para esa alianza. El papel de titiritero que juega en Bolivia le ha venido derritiendo afectos.

Ahora Lula, traicionado, le escurre el bulto. Zapatero, esquilmado, le saca el cuerpo. Kirchner, al día con las deudas del imperio, mira para otro lado. Fox y Toledo le ponen banderillas. Centroamérica se desmarca de Chávez. La Comunidad Europea lo mira de reojo.

Chávez intentó dirigir la política interna de naciones vecinas, y le gente le rompió la batuta. Perú se la está cobrando a Humala Ollanta. México le pasa la factura a López Obrador. Sus candidaturas se han ido desinflando. Chávez es un fardo muy pesado.

En su cruzada por salvar al mundo, Hugo Chávez recaló por Europa. Fue por lana. El Papa le templó las orejas. Muchos mandatarios lo ignoraron. Otros lo trataron con desgano. Algunos incluso le pisaron los callos. Volvió trasquilado. Si acaso Evo y la Bachelet le sobaron el lomo. El primero por interés, la segunda por decencia.

Para remendar su maltrecho ego, Chávez llegó a Londres a repetir las sandeces de siempre. El mismo discurso oxidado y sin filo. A buscar el aplauso flemático de la aristocracia izquierdista londinense y los vivas destemplados de algunos becarios del gobierno.

Allende los mares recibieron a Chávez con más curiosidad que entusiasmo. Como quien mira una exótica ave tropical. O una bestia extinguida. O un encantador de serpientes venido de lejanas latitudes.

Estando por allá, el gobierno norteamericano lo desafió. Nada de armas para Venezuela. Es decir, para Chávez. La decisión puede resbalarle a más de uno. Pero no la justificación que la sustenta: la poco disimulada simpatía del mandatario venezolano por el terrorismo disfrazado de lucha justiciera. Las alarmas están activadas.

La respuesta de Chávez es patética. Después de mil y una amenazas de cortar el suministro de petróleo, ha reculado con el rabo entre las piernas. La fiereza se quedó en el gruñido. Macho pero no mucho, diría el abuelo mío. Chávez sabe que no puede cerrar el grifo por donde salen los petrodólares que sostienen sus delirios. Tonto pero no tanto, diría la abuela de él.

Por si esto fuera poco, Libia se reconcilia con los Estados Unidos después de un cuarto de siglo durmiendo en camas separadas. Noticia poco grata para Hugo Chávez. La soledad empieza a mortificarlo.

Hugo Chávez regresa a casa aporreado. Paticojo. Políticamente descapitalizado… Trae plomo en el ala.

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