Bush omnipresente

Daniel Romero Pernalete


Es como una fijación. Una obsesión y una excusa al mismo tiempo. Una manía y un pretexto. De un tiempo para acá no hay conversación, discurso, monólogo, declaración, insulto o payasada presidencial donde no aparezca George Bush cargando con algún pecado. Como si el gobernante norteamericano no hubiera hecho méritos por sí mismo para ganarse su asiento VIP en el infierno.

Chávez ha convertido a Bush en el eje de su quehacer y de sus delirios. Su supervivencia política parece depender de Bush. Su campaña electoral está organizada contra Bush. Anuncia diez millones de votos contra Bush. Se prepara para una guerra asimétrica contra los marines de Bush. Busca alianzas con cualquier régimen o movimiento que se enfrente a Bush. Y ataca con visceral empeño a cualquiera que se acerque a Bush.

Para Hugo Chávez, Bush está detrás de cualquier opción opositora. Está detrás de quienes se niegan a participar en el bochinche electoral. Y detrás, también, de los cuatro fantásticos que, entre ingenuos y mañosos, se imaginan que pueden desbancar a Chávez a punta de votos.

Para el oficialismo sin oficio, Bush está detrás de cada manifestación y de cada reclamo. Dirige a los transportistas que protestan por el asesinato de un colega. Dirige a los desengañados que recuerdan promesas incumplidas. Dirige a los zulianos que quieren zafarse del socialismo maniqueo y aherrumbrado. Dirige a los desesperados que quieren adelantarle su sábado a Hugo Chávez.

Bush está detrás de toda expresión inteligente de rechazo al régimen. Está detrás del ingenio urticante de Zapata. Detrás del humor fresco de Laureano. De la prosa corrosiva de Colomina. Del trabajo de hormiguita de María Corina. De la pluma sabrosa y profunda de Caballero. En suma, de cualquier expresión de inteligencia que sobrepase la medianía presidencial.

Para Chávez, Bush es como Dios. Omnipresente y omnipotente. Manda en los medios de comunicación. Susurra en los cuarteles. Agita en las universidades. Sabotea en PDVSA. Da instrucciones a la sociedad civil organizada. Alborota sindicatos. Y le hace señas a la Iglesia.

La cuestión podría parecer inofensiva y hasta folklórica, si no fuera porque el atrevimiento va más allá del desmadre verbal. Más allá de lo que la diplomacia y la prudencia recomiendan. Que Chávez intercambie arrumacos con Castro o con Morales no mortifica a los gringos. Que se empandille con Siria y con Irán ya es otra cosa. No es juego. El terrorismo ha sensibilizado muchas pieles.

Un desequilibrado con poder y petróleo podría arrastrarnos a un conflicto armado e innecesario. Un conflicto que tape con tierra (y sangre y lágrimas) las huellas del desastre que a su paso ha dejado el buscapleitos sin causa. Chávez podría estar jugando a convertirse en mártir. Ojo.

Tácito sostenía, muy sabiamente, que para quienes ambicionan el poder no hay una vía media entre la cumbre y el precipicio. Y no creo que la torpeza de Hugo Chávez le sostenga en la cumbre.

09.03.06

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