Faltan pasajeros en el autobús de Isaías

Daniel Romero Pernalete

Tenía razón Einstein cuando afirmaba que la estupidez humana era infinita. Y eso que no conoció a Isaías Rodríguez. El profeta por cuya boca cacarea el presidente. El más obediente de los siervos de Chávez. El poeta cuyo escaso vuelo sólo es comparable con la poquedad de sus escrúpulos. El Fiscal General más mediocre del que se tenga noticia por estos lares. Ni imaginación tiene para hacer sus marramucias. Atado siempre al mismo guión. Le presentan un caso. Lo llora. Jura que lo llevará hasta las últimas consecuencias. Lo mete en el refrigerador. Y lo descongela en época electoral. Eso sí, rodeándolo de un ridículo misterio. Como cualquier deficiente discípulo de Ágatha Christie. “¡La semana que viene digo quien mató a fulano!”... “¡Faltan tres días para que yo hable!”... “¡Tengo los nombres en la punta de la lengua!”... ”¡Si de aquí a allá no me matan lo digo todo!”... Y para ponerle más emoción a la cosa, anuncia que “los imputados en el caso caben en un autobús” .

Por fin aparece el listín de pasajeros del autobús de Isaías. Elaborado por Giovanni Vásquez, un médico psiquiatra colombiano que no es siquiatra ni es médico y uno no sabe si es colombiano. Lo único cierto y verdadero es que tiene un prontuario delictivo bien largo en el hermano país. La jueza Alejandra Silva llama a abordar. Añez Núñez, Eugenio: ¡Presente!.. Romaní, Salvador: ¡Presente!.. Mezerhane, Nelson: ¡No vino!.. Poleo, Patricia: ¡Tampoco!

El autobús de Isaías está casi vacío. Buscan a Giovanni y le dicen que necesitan más pasajeros. Entonces al estafador se le ilumina la memoria: el general Jaime Escalante también estaba en la movida. Y recuerda que el militar iba a las reuniones clandestinas con su uniforme y su identificación sobre la tetilla derecha. Si eso fuera verdad, a Escalante deberían condenarlo... pero por bolsa.

El Fiscal piensa que la recluta ha estado buena. En su listín aparece un general disidente, de los de la Plaza Altamira. Una periodista indoblegable y con amplio auditorio. El presidente de un banco, quien por añadidura es principal accionista de Globovisión. Un empresario cubano que además es militante de la causa anticastrista. Otro general que ha estado bajo sospecha por su amistad con Felipe Rodríguez, otro oficial opositor... Pero todavía faltan pasajeros. ¿Qué tal una sotana en el autobús?

Entonces el psiquiatra que no es psiquiatra recuerda que no había recordado que en las reuniones donde se planificó el atentado estaba “un viejito como de 70 años, quizás de apellido Lara, a quien le colgaba del pecho un crucifijo”. Le faltó decir que el viejito asistía camuflado con un capelo cardenalicio. Y que, además del crucifijo en el pecho, llevaba un 350 entre ceja y ceja.

Como aún hay puestos en el autobús, nada tiene de raro que Giovanni siga afinando su memoria. Un día de estos sale diciendo que a las reuniones también asistía “un viejo antipaticón con el cabello pintado, que cuando le sonaba el celular gritaba: ¡Otra llamada máaaas!”... Y que también iba “un tipo muy inteligente y tomador de pelo a quien llamaban, para despistar, por el horrible nombre de Laureano”... Y que también participaba “un negrito que se parecía a Tego Calderón, pero que no era Tego porque los demás no le decían Tego sino Profesor Blanco Muñoz”... Y que también concurría “una muchacha, bonita y boconcita ella, con unas rodillitas muy parecidas a unas rodillitas que salieron una vez retratadas en la Casa Blanca”... Y que también asistía “un tipo muy calentón, con pinta de entrevistador matutino, quien tenía un nombre como de artista del Renacimiento o de Tortuga Ninja”... Y que también se dejaba ver “un diputado casi pelón, con acento maracucho, quizás con nombre entre Junio y Agosto, quien siempre cargaba un montón de carpetas con denuncias sobre PDVSA”... Y que también iba “un señor como de ciento veinte años, catire él, con cara de editor de vespertinos, con un rebelde mechón en la frente y quien decía que quería y no quería ser candidato presidencial”...

Y así, el autobús se irá llenando. Arrastrando adversarios políticos. Gente importante desafecta al proceso. Represión selectiva, se llama eso. Cuando el autobús se llene, seguramente vendrá alguna guagua. A buscar a otra gente, acusada por otros delitos. Cúidese usted. No vaya a ser que le imputen los delitos de conspiración y traición a la patria por andar leyendo cosas como las que hasta aquí escribo.

12.11.05

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