CHÁVEZ Y EL NOBEL DE LA PAZ

DANIEL ROMERO PERNALETE

Lo informó oficialmente el Instituto Noruego de la Paz. Lo difundió la agencia EFE. Hugo Chávez ha sido nominado para el Premio Nobel de la Paz 2005. No se dice quien fue el promotor de tal desaguisado. Es casi seguro que el galardón se lo lleve otro. Pero el sólo hecho de haberlo propuesto es, para buena parte de los venezolanos, una afrenta. Una burla. Un irrespeto.

No tiene méritos para aspirar al Premio Nobel de la Paz un sembrador sistemático de odios. De discordias fratricidas. Chávez ha estimulado el odio de quienes poco tienen contra quienes tienen más. Del patriotero de ocasión contra quien se resiste a ser domesticado. De los más oscuros contra los más pálidos. De quienes están con él contra quienes no lo están. Jamás hubo entre venezolanos tan severa escisión.

No reúne condiciones para un Nobel de la Paz un individuo que vive en pelea permanente contra todo el que lo contraríe. Desde adentro o desde afuera. Que amenaza con guerras civiles o asimétricas si alguien pretendiera desalojarlo del poder. Un individuo que ha hecho del agravio un hábito. Sin importarle el blanco. Sea un jerarca de la iglesia, un mandatario extranjero, un respetable intelectual, una ilustre institución o un adversario sin nombre.

No calza los puntos para aspirar a un Nobel un gobernante que ha militarizado física y psicológicamente a todo un país. Basta con revisar la lista de sus colaboradores y el rosario de sus últimas actuaciones. Un gobernante que gasta cuantiosos recursos en armar y preparar a la gente para una guerra que sólo él desea. Un gobernante que ampara y apoya movimientos terroristas en todo el mundo. Que amenaza con vietnamizar el continente. Un gobernante que no oculta sus simpatías por El Chacal. Que adora y sirve a Fidel Castro, dictador de dictadores. Que rinde culto a Robert Mugabe y se abraza con Sadam Hussein.

No tiene perfil de Nobel quien, disponiendo de la mayor cantidad de recursos en la historia de Venezuela, ha arruinado al país y aumentado el sufrimiento de su gente. Chávez ha arremetido contra la propiedad privada espantando inversiones y con ellas empleos productivos y calidad de vida. No en balde el Foro Económico Mundial ubica hoy a Venezuela en el lugar 89 en cuanto a competitividad, cuando en el 2001 ocupaba el puesto 62. La desocupación y el desespero crecen, y la gente asesina por un puesto de trabajo (en las zonas petroleras y mineras ya eso forma parte de la cotidianidad). La inseguridad personal ha alcanzado con Chávez inéditos niveles. Los muertos se cuentan semanalmente por centenas.

No puede aspirar a un Premio Nobel quien ha secuestrado los poderes públicos de su país para convertirlos en simples instrumentos de sus ambiciones y sus resentimientos. Quien comanda la jauría que persigue a periodistas, sindicalistas, militares, empresarios y políticos que se nieguen a doblar las rodillas. No es gratuito que Reporteros Sin Fronteras clasifique a Venezuela en el puesto 90 en lo que toca a la libertad de prensa. No puede aspirar a tal premio quien estimula y aplaude la violencia callejera de sus huestes, responsables de muchos atropellos y de más de un muerto.

No tiene estatura para un Nobel quien se empeña en imponer un socialismo telarañoso sobre la voluntad del 80% de los venezolanos, seguidores incluidos. Quien pretende convertir al Estado en el dueño y señor de todo lo que existe sobre y bajo suelo venezolano. Quien, en suma, es un violador consuetudinario de los derechos y garantías propios de la democracia y consagrados en la vigente Constitución.

No encuentro el aporte de Chávez a la paz. Como no sea a la paz sepulcral de los muertos que jalonan su septenio. O la paz social que sostiene a fuerza de limosnas, promesas repetidas y terrorismo de estado. O la paz laboral sustentada en la maniobra, la persecución y el chantaje. O la paz militar fundamentada en fidelidades compradas y en impunidades vergonzosas.

Definitivamente, hay nominaciones que desprestigian.

29.09.05

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