CHÁVEZ SOBRESTIMADO

DANIEL ROMERO PERNALETE

El pantalleo internacional de Chávez puede impresionar a más de un ingenuo. Sus bien publicitadas giras le han aguado la tinta a más de un analista político. Ahora pretenden venderlo como la encarnación de un ideal de redención social. Como el ariete de la lucha mundial contra el imperialismo. Discrepo de tales percepciones. El actual protagonismo de Chávez es una construcción de cartón piedra. Débil. Vulnerable. Perecedera. Trataré de explicarme.

No es estrictamente cierto que los pueblos de Latinoamérica tengan a Chávez por camino y por luz. Los cocaleros de Evo Morales no son el pueblo boliviano. Ni los piqueteros de Buenos Aires el pueblo argentino. Ni la narcoguerrilla de Marulanda el pueblo colombiano. Ni los sandinistas de Daniel Ortega el pueblo nicaragüense. Ni los conspiradores de Humala son el pueblo peruano. En este nivel, los adoradores de Chávez son meros reductos de radicalismos de mucho ruido y muy poco efecto. Cuando a Chávez le llegue su sábado, América Latina no va a arder por los cuatro costados, como algunos suponen. Si acaso alguna barricada. Algún caucho quemado en una esquina. O algún graffiti hecho a la carrera.

La influencia de Chávez sobre los gobiernos vecinos es también frágil. Levantada sobre terreno arenoso. Los gobernantes de la región se limitan a recibir las nada despreciables dádivas de Hugo Chávez. Simplemente estiran la mano para recibir petróleo barato y fiado. Se sientan a una mesa que otro sirve y paga. Pero de ahí a pensar que tales gobiernos se inmolarán con el gamonal criollo hay un trecho larguísimo.

Ni extraña ni asusta el coro de intelectuales que hoy le canta a Hugo Chávez. Son sobrevivientes del deslave del socialismo real. Son creyentes, por un tiempo sin ídolo, que encontraron su becerro de oro. O estrechísimos teóricos empeñados en meter la realidad actual en esquemas superados por la ciencia y por la historia. O nostálgicos bohemios que hallaron espacio donde acunar sus despechos izquierdosos. O, en el peor de los casos, mercenarios que han alquilado a muy buen precio su pluma y sus neuronas.

Tampoco creo que los tambaleos de Bush deban acreditarse a Hugo Chávez. Bush no necesita mucha ayuda para meter la pata. El solito se ha enredado. Con sus frecuentes desaciertos. Con su proverbial ineptitud. En este aspecto, Chávez actúa como un Chamán que pretende provocar con sus gestos rituales sucesos que igual ocurrirían. Con o sin su intervención.

Por último, Hugo Chávez no tiene estatura de líder continental. Le falta solidez intelectual: cháchara no es sabiduría. Le falta arrojo: los decibeles del grito no miden valentía. Le falta contextura moral: su discurso y sus acciones caminan disociados. Chávez desconoce la diferencia entre un gerente público y un capataz de hacienda. Chávez es un ilusionista que acabará aburriendo al auditorio. Es un tigre de comiquita. Una reedición, ampliada y no corregida, de lo peor de nuestro pasado político: caudillismo, autoritarismo, militarismo, centralismo, paternalismo. Un pasado al que pocos quieren regresar.

No creo que el show más allá de nuestras fronteras sea muy largo. La desnudez del emperador quedará en evidencia. Y su soledad internacional también. Es cuestión de tiempo.

08.09.05

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