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Showing posts from April, 2007

Tropezando con Chávez

Daniel Romero Pernalete Un agudo lector me hizo llegar un amable reproche. Dice que le dedico mucha tinta a Chávez. Y sugiere que apunte la pluma hacia otros blancos. Intenté complacerlo. Confieso que no pude. Me paseé por mil tópicos, pero en todos ellos me tropecé con Chávez. Me decidí a escribir sobre la delincuencia desbordada, por ejemplo. Pero allí estaba el Chávez resentido. El que más de una vez ha justificado el delito. El que fomenta el odio entre la gente. El que invoca la muerte en sus consignas. El que nunca ha incluido el problema en su agenda. Me bajé de ese tema para montarme en otro: el de la corrupción en Venezuela. Pero por el camino me topé con Chávez. Practicando delitos con nuestro patrimonio. Apañando el dislate del aliado. Rodeado de caimanes y de chulos. Creando una nueva élite de ricos de albañal. Hablando babosada sobre la corrupción y durmiendo con ella. Quise abordar entonces otros temas: desempleo y pobreza, verbigracia. Pero choqué con Chávez en la vía.

Chávez sin chequera

Daniel Romero Pernalete Poderoso caballero es Don Dinero. Ya lo decía Quevedo. Al necio lo vuelve docto. Al cobardón lo convierte en valiente. Al charlatán lo trueca en estadista. Al jumento, en caballo de paso. A la urraca, en canario. A Chávez, en Mesías. Chávez entró a la historia con las patas muy sucias, empujando un golpe de estado mal concebido y peor conducido. Una dirigencia política, tan torpe e irresponsable como él, le abrió las puertas. Un pueblo harto de promesas incumplidas le dio la bienvenida. Poco tiempo hizo falta para que Chávez pusiera en evidencia su ineptitud como gerente público, su inconsistencia como líder político… y las tumoraciones de su ego. Su pasantía por palacio hubiera sido breve. Pero vino Don Dinero a salvarle el pellejo. Los precios del petróleo le llenaron la bolsa. Y hubo dinero para alquilar lealtades y para distraer hambres añejas. Para darle respiración artificial al régimen castrista y ponerle muletas a Morales, a Ortega o a Kirchner. Y hubo d

La fauna de Chávez

Daniel Romero Pernalete A medida que Chávez desbroza el camino hacia su utopía totalitaria, va precisándose el perfil de quienes lo acompañan: una fauna de diverso pellejo y de típicos hábitos. Y de muy previsible conducta cuando llegue la hora del desbarrancamiento. A Chávez, en efecto, lo acompañan algunos dinosaurios. Desde que existen, estos ejemplares se han alimentado de mentiras. Siempre han estado equivocados y lo seguirán estando. Nunca enderezarán sus ramas. Ayer soñaban con un futuro rojo y hoy suspiran por un rojo pasado. La historia pasó la página del socialismo real, pero ellos no se percataron. No asumieron el cambio del ambiente. Se estaban extinguiendo, hasta que Chávez les estiró el aliento. Cuando Chávez esté de ida, los dinosaurios lo mirarán pasar. Y quedarán como pieza de museo. Los becerros mamones también abundan alrededor de Chávez. No tienen ideología porque les cuesta mucho. No son de aquí ni son de allá. Ayer vivieron de los negocios con el gobierno. Hoy

Chávez: ¿Superman forever?

Daniel Romero Pernalete Hugo Chávez se cree omnipotente y único. Omnisciente e imprescindible. Omnipresente y eterno. Sus aduladores alimentan el ego descontrolado del autócrata. Unos lo llaman padre. Otros le erigen monumentos. Otros se someten agradecidos a sus humillaciones. Y algunos le encomiendan su espíritu. Chávez ha terminado por creerse un mesías que llegó para librarnos de pecados. Una versión latina de superman que tiene la misión de salvar a la humanidad de yo no sé que cosa. Chávez desprecia a todos cuantos le rodean. No necesita de nadie. No admite sombra alguna. No quiere que nadie se le acerque, a menos que lo haga de rodillas. Ya no es, como solía decir, una brizna de paja en el huracán revolucionario. Hoy se siente huracán. Los demás estorban, y poco a poco los ha venido marginando. Con la Ley Habilitante, por ejemplo, dejó a la Asamblea Nacional como elemento meramente decorativo. Ahora él hace las leyes. A su leal pero escaso saber y entender. Ése era el propósito