Ganarle a Chávez como en Japón
Daniel Romero Pernalete Hay que ganar por nocaut. O por lo menos por paliza. Así decía la gente, en la época de oro del boxeo venezolano, cuando algún púgil criollo iba a pelear a Japón. Ganar en Japón implicaba lidiar con el contendor, con los fanáticos del contendor, con el árbitro, con los jueces, con los organizadores y con la prensa nipona. Con todos y contra todo. En tales condiciones, una pelea cerrada brindaba a los jueces la oportunidad de mostrar, con absoluta desvergüenza, su parcialidad por el japonés. La única garantía de victoria era dar una demostración de superioridad tan amplia que imposibilitara la trampa. Cuando en la pelea estaba en juego un título mundial, la cosa se ponía más dura. Así, las opciones para el aspirante criollo eran dos: no pelear (y que el título quedara en manos del otro) o echar el resto (lo que por lo menos le daba la oportunidad de titularse). Algo parecido ocurre con el referendo aprobatorio (reprobatorio, prefiero pensar) de la enmienda reele...