Para mañana es tarde
Daniel Romero Pernalete
Para distanciarse sólo hace falta la voluntad de una de las partes. Para unirse, la de todas. La unidad opositora, de cara a las elecciones de septiembre, no es, por lo tanto, un proceso sencillo. Las buenas y las torvas intenciones se entrecruzan. Las viejas y las nuevas aspiraciones colisionan. Salen a relucir antiguas mañas. Los codazos y las zancadillas se ponen de moda. El venezolano de a pie, descontento e incrédulo, observa… y espera.
Puertas afuera, el país se encabrita. Crecen las deserciones oficialistas. Se hacen visibles las decepciones del pueblo llano. No hay muchas puertas abiertas para acoger a los que abandonan la ilusión convertida en desastre que el presidente vende. Parece que se quedarán allí, en una especie de limbo político. Sin aquí y sin allá. El descontento corre por las calles y nadie se detiene a recogerlo.
El país democrático exige acercamiento. Necesita entendimiento. Reclama unidad. Por cualquier vía: por el consenso o por competición abierta. Más de una gobernación y varias alcaldías se vistieron de rojo en las elecciones regionales por la terquedad de algunos dirigentes que se atoraron con sus propias ambiciones. Reincidir en esas mezquindades es un error que ni el presente ni el futuro perdonará. Si cada quien se centra hoy en sus cálculos a futuro, no habrá futuro sobre el cual calcular.
El presidente, su partido y su proceso andan aporreados. Los números, a los que es tan afecto el presidente, le quitan el sueño y la poca sindéresis que carga consigo. Pero eso no basta para que la oposición democrática gane el combate electoral que se avecina. Hace falta el remate al arco. El golpe a la mandíbula. O, mejor, el tercer strike. Y la fuerza de ese último esfuerzo depende de la capacidad que tengamos para unirnos.
Unirnos no significa borrar las diferencias. Ni imponer un pensamiento único. Se trata simplemente de empujar en una misma dirección, con un mismo objetivo. No importa que en nuestra testa o en nuestro pecho moren visiones y pasiones diferentes. Ya habrá tiempo para contrastarlas. Se trata de ofrecer a la creciente disidencia una trinchera desde la cual pelear por el futuro y detener la regresión histórica y social que el chavismo representa.
Conquistar la Asamblea Nacional abre la posibilidad de recuperar espacios para la institucionalidad y la libertad. Para la tolerancia y el respeto. Para la civilidad y el progreso…. Hay que empezar cuanto antes a desfacer entuertos… Para mañana es tarde.
Para distanciarse sólo hace falta la voluntad de una de las partes. Para unirse, la de todas. La unidad opositora, de cara a las elecciones de septiembre, no es, por lo tanto, un proceso sencillo. Las buenas y las torvas intenciones se entrecruzan. Las viejas y las nuevas aspiraciones colisionan. Salen a relucir antiguas mañas. Los codazos y las zancadillas se ponen de moda. El venezolano de a pie, descontento e incrédulo, observa… y espera.
Puertas afuera, el país se encabrita. Crecen las deserciones oficialistas. Se hacen visibles las decepciones del pueblo llano. No hay muchas puertas abiertas para acoger a los que abandonan la ilusión convertida en desastre que el presidente vende. Parece que se quedarán allí, en una especie de limbo político. Sin aquí y sin allá. El descontento corre por las calles y nadie se detiene a recogerlo.
El país democrático exige acercamiento. Necesita entendimiento. Reclama unidad. Por cualquier vía: por el consenso o por competición abierta. Más de una gobernación y varias alcaldías se vistieron de rojo en las elecciones regionales por la terquedad de algunos dirigentes que se atoraron con sus propias ambiciones. Reincidir en esas mezquindades es un error que ni el presente ni el futuro perdonará. Si cada quien se centra hoy en sus cálculos a futuro, no habrá futuro sobre el cual calcular.
El presidente, su partido y su proceso andan aporreados. Los números, a los que es tan afecto el presidente, le quitan el sueño y la poca sindéresis que carga consigo. Pero eso no basta para que la oposición democrática gane el combate electoral que se avecina. Hace falta el remate al arco. El golpe a la mandíbula. O, mejor, el tercer strike. Y la fuerza de ese último esfuerzo depende de la capacidad que tengamos para unirnos.
Unirnos no significa borrar las diferencias. Ni imponer un pensamiento único. Se trata simplemente de empujar en una misma dirección, con un mismo objetivo. No importa que en nuestra testa o en nuestro pecho moren visiones y pasiones diferentes. Ya habrá tiempo para contrastarlas. Se trata de ofrecer a la creciente disidencia una trinchera desde la cual pelear por el futuro y detener la regresión histórica y social que el chavismo representa.
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Comments
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Sin embargo, veo con pena y tristeza mucha indolencia e inexplicables actitudes de muchos hijos de Venezuela, muy letrados e instruídos que no alcanza a ver el peligro que están viviendo.
Digo esto, pues he encontrado muchos insignes cuidadanos que ni siquiera piensan concurrir a las urnas este 26 de septiembre, "dizque habrá fraude" como ha pasado en otras elecciones. Otros, con pensamientos más aberrantes aún, al estimar que votar, es legitimar a la tiranía y otros, cómodos hasta decir basta, que creen que con el sólo hecho de votar y no cuidar y proteger su voto basta. Peor aún, pretenden que terceros lo hagn por ellos.
Pienso que el distinguido Profesor Daniel Romero está en lo cierto al clamar la unión de los venezolanos, el concurrir a las urnas y defender el sufragio por todos los medios posibles.
Lo único que tengo claro, que si no se actúa en consecuencia, Venezuela entrará de lleno a un estado marxista y sin vuelta, al menos por la vía pacífica y por ello, es importante estas elecciones y que cada ciudadano bien nacido cumpla con su deber cívico sin excusas.
Dios quiera que este llamado del Profesor Romero, no quede en el aire y tengamos que seguir lamentando como se destruye una nación que tiene todos los recursos y méritos para ser una gran nación y que en ella, las oportunidades de crecimiento, educación, salud, vivienda, trabajo digno, alcance para todos y con todos.
Rezo a diario para que Dios ilumine a los venezolanos, especialmente a aquellos ilusos que aún no han aquilatado la gravedad de su situación política y pareciera que vien en el limbo y ese día 26 de septiembre, por sus hijos y nietos salgan a votar contra el tirano.
Amigos Venezolanos, no permitan que vuestra Patria se desmorone más de lo que está.
La tarea de reconstrucción, será mucho más difícil, pero ahora lo que importa es lograr una Asamblea Nacional, plural e idealmente con el mínimo de diputados socialistas chavistas. De otro modo....Venezuela morirá en el intento y habrá muy poco que hacer.
Desde Chile, Fernando Rodríguez Guzmán