Juzgar el vino por el barril
Daniel Romero Pernalete
Triste papel ha desempeñado la OEA en los últimos tiempos. Para algunos críticos de cuidada pluma, ese organismo ha degenerado en un sindicato de gobernantes, presto a las solidaridades automáticas. Para otros, de escritura más gruesa, se ha convertido en un prostíbulo político en el que se compran y se venden afectos y principios.
Deplorable ha sido la actuación de José Manuel Insulza como Secretario General de la OEA. Sabedor de que los once votos que Chávez controla marcan la diferencia entre seguir en su puesto o hundirse en su natural insignificancia, no ha tenido escrúpulos en escuchar por un solo oído o mirar a través del cristal que el gorila venezolano le impone.
Completa el gris escenario la manada de indeseables agrupados en el ALBA, beneficiarios directos del proceder cobarde de Insulza y de la OEA. Por ahí andan, pontificando sobre democracia y libertad, el dictadorcillo hereditario de Cuba, el borrachín pederasta de Nicaragua, el cocalero disléxico de Bolivia, el idiota ilustrado de Ecuador y, por supuesto, el macho alfa del grupo, Hugo Chávez.
Bobos y vivos encontraron la forma de cubrir sus desnudeces, sus mezquindades y sus propósitos. Santifican la fachada democrática e ignoran el contenido. Vigilan la forma y no miran el fondo. Basta que algún individuo conquiste el poder a través de los votos (fraude y trampas incluidas), para que tenga la bendición de la OEA y el derecho a hacer lo que le venga en gana.
No importa si, una vez en el poder, los presidentes se dedican a destruir la democracia, a anular la independencia de poderes, a criminalizar la disidencia, a restringir la libertad de expresión, a incrementar las penurias de sus ciudadanos, a enterrar la alternabilidad, a alimentar la corrupción, a crear un sistema electoral que les permita perpetuarse en el poder, a violar sistemáticamente la Constitución
La OEA e Insulza se conforman con constatar la legitimidad de origen. Les importa un pepino lo que los juristas llaman la legitimidad de desempeño… Para beneplácito de los pandilleros del ALBA, por supuesto.
La OEA, Insulza, y hasta la Unión Europea y el dandi de ébano norteamericano, están más preocupados por la apariencia que por la esencia de los regímenes latinoamericanos… Eso equivale a evaluar la calidad de un libro por las tapas. O el valor de un producto por su envoltura… Se está juzgando el vino por el barril.
Cuando depusieron a Zelaya, salieron todos en procesión a llorar el mismo llanto de Chávez y sus maromeros. Pero han hecho y siguen haciendo caso omiso a las documentadas denuncias sobre las violaciones a la Constitución y a la democracia que vienen ocurriendo en Venezuela.
Ni los vivos ni los bobos quieren darse por enterados: mucho ha ido el cántaro a la fuente... y de cántaros rotos está llena la historia.
Triste papel ha desempeñado la OEA en los últimos tiempos. Para algunos críticos de cuidada pluma, ese organismo ha degenerado en un sindicato de gobernantes, presto a las solidaridades automáticas. Para otros, de escritura más gruesa, se ha convertido en un prostíbulo político en el que se compran y se venden afectos y principios.
Deplorable ha sido la actuación de José Manuel Insulza como Secretario General de la OEA. Sabedor de que los once votos que Chávez controla marcan la diferencia entre seguir en su puesto o hundirse en su natural insignificancia, no ha tenido escrúpulos en escuchar por un solo oído o mirar a través del cristal que el gorila venezolano le impone.
Completa el gris escenario la manada de indeseables agrupados en el ALBA, beneficiarios directos del proceder cobarde de Insulza y de la OEA. Por ahí andan, pontificando sobre democracia y libertad, el dictadorcillo hereditario de Cuba, el borrachín pederasta de Nicaragua, el cocalero disléxico de Bolivia, el idiota ilustrado de Ecuador y, por supuesto, el macho alfa del grupo, Hugo Chávez.
Bobos y vivos encontraron la forma de cubrir sus desnudeces, sus mezquindades y sus propósitos. Santifican la fachada democrática e ignoran el contenido. Vigilan la forma y no miran el fondo. Basta que algún individuo conquiste el poder a través de los votos (fraude y trampas incluidas), para que tenga la bendición de la OEA y el derecho a hacer lo que le venga en gana.
No importa si, una vez en el poder, los presidentes se dedican a destruir la democracia, a anular la independencia de poderes, a criminalizar la disidencia, a restringir la libertad de expresión, a incrementar las penurias de sus ciudadanos, a enterrar la alternabilidad, a alimentar la corrupción, a crear un sistema electoral que les permita perpetuarse en el poder, a violar sistemáticamente la Constitución
La OEA e Insulza se conforman con constatar la legitimidad de origen. Les importa un pepino lo que los juristas llaman la legitimidad de desempeño… Para beneplácito de los pandilleros del ALBA, por supuesto.
La OEA, Insulza, y hasta la Unión Europea y el dandi de ébano norteamericano, están más preocupados por la apariencia que por la esencia de los regímenes latinoamericanos… Eso equivale a evaluar la calidad de un libro por las tapas. O el valor de un producto por su envoltura… Se está juzgando el vino por el barril.
Cuando depusieron a Zelaya, salieron todos en procesión a llorar el mismo llanto de Chávez y sus maromeros. Pero han hecho y siguen haciendo caso omiso a las documentadas denuncias sobre las violaciones a la Constitución y a la democracia que vienen ocurriendo en Venezuela.
Ni los vivos ni los bobos quieren darse por enterados: mucho ha ido el cántaro a la fuente... y de cántaros rotos está llena la historia.
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