Chávez sin chequera
Daniel Romero Pernalete
Poderoso caballero es Don Dinero. Ya lo decía Quevedo. Al necio lo vuelve docto. Al cobardón lo convierte en valiente. Al charlatán lo trueca en estadista. Al jumento, en caballo de paso. A la urraca, en canario. A Chávez, en Mesías.
Chávez entró a la historia con las patas muy sucias, empujando un golpe de estado mal concebido y peor conducido. Una dirigencia política, tan torpe e irresponsable como él, le abrió las puertas. Un pueblo harto de promesas incumplidas le dio la bienvenida.
Poco tiempo hizo falta para que Chávez pusiera en evidencia su ineptitud como gerente público, su inconsistencia como líder político… y las tumoraciones de su ego. Su pasantía por palacio hubiera sido breve. Pero vino Don Dinero a salvarle el pellejo.
Los precios del petróleo le llenaron la bolsa. Y hubo dinero para alquilar lealtades y para distraer hambres añejas. Para darle respiración artificial al régimen castrista y ponerle muletas a Morales, a Ortega o a Kirchner.
Y hubo dinero para dar puerta franca a los corruptos. Para comprar sonrisas en las cumbres. Para llenar la faltriquera de unos cuantos vivos. Para cerrarle el pico a más de un enemigo.
A Chávez, definitivamente, no lo ha encumbrado su talento ni su arrojo, que más bien son escasos. Y menos sus delirios socialistas, nutridos de solapas de libros que no entiende. A Chávez lo ha encumbrado la chequera. La chequera suya y mía, que él maneja a su antojo.
Quitadle la chequera que nutre el morralito verde oliva, y veréis cuántos milicos se atreven a gritar socialismo o muerte. Y veréis cuántos están dispuestos a dejarse matar en la guerra asimétrica. Y veréis si el dador puede entrar a un cuartel sin treinta guardaespaldas por lo menos.
Quitadle la chequera que arrienda voluntades, y veréis cuántas cachuchas rojas se dejan arrastrar a sus actos de masas. Y veréis así mismo cuántos le ríen los chistes y aplauden como focas en sus alocuciones. Y veréis si el tipo puede caminar por un barrio sin chaleco antibala
Quitadle la chequera con la que soba a Kirchner, y veréis si puede meterse en Argentina, sin permiso, con trescientos soldados muy bien apertrechados. Y veréis si Castro le rinde moribunda pleitesía. Y veréis si Lula le responde el teléfono.
Quitadle la chequera que costea los lobbies y veréis si le otorgan algún doctorado honoris causae. Y veréis también si la gente importante desperdicia su tiempo en atenderlo. Y cuántos periodistas de renombre y tarifa vienen a recoger sus falsedades.
Quitadle la chequera que le engorda las cuentas a más de un empresario, y veréis el tamaño de sus convicciones. Quitadle la chequera que le da la mesada a algún partido aliado, y veréis si sus líderes le llevan serenatas al Partido Único.
Chávez sin la chequera es un Don Nadie. Otro más del montón. Un cerote a la izquierda. Un punto en una raya. Una insignificancia. Un hablador de necedades, apenas.
Chávez sin la chequera podría ser tantas cosas sin fastidiarnos mucho. Animador de fiestas patronales, verbigracia. Escribidor de novelas radiales. Coordinador de una secta satánica. Conductor de programas de chismes de farándula. Payaso para eventos infantiles. Probador de pañales para adultos.
En un plano más alto, podría ser entrenador de víboras. Buhonero de reliquias ideológicas. Calibrador de insultos. Modelo para prácticas siquiátricas… O, preferiblemente, ejemplo de lo que nunca debió ser.
Poderoso caballero es Don Dinero. Ya lo decía Quevedo. Al necio lo vuelve docto. Al cobardón lo convierte en valiente. Al charlatán lo trueca en estadista. Al jumento, en caballo de paso. A la urraca, en canario. A Chávez, en Mesías.
Chávez entró a la historia con las patas muy sucias, empujando un golpe de estado mal concebido y peor conducido. Una dirigencia política, tan torpe e irresponsable como él, le abrió las puertas. Un pueblo harto de promesas incumplidas le dio la bienvenida.
Poco tiempo hizo falta para que Chávez pusiera en evidencia su ineptitud como gerente público, su inconsistencia como líder político… y las tumoraciones de su ego. Su pasantía por palacio hubiera sido breve. Pero vino Don Dinero a salvarle el pellejo.
Los precios del petróleo le llenaron la bolsa. Y hubo dinero para alquilar lealtades y para distraer hambres añejas. Para darle respiración artificial al régimen castrista y ponerle muletas a Morales, a Ortega o a Kirchner.
Y hubo dinero para dar puerta franca a los corruptos. Para comprar sonrisas en las cumbres. Para llenar la faltriquera de unos cuantos vivos. Para cerrarle el pico a más de un enemigo.
A Chávez, definitivamente, no lo ha encumbrado su talento ni su arrojo, que más bien son escasos. Y menos sus delirios socialistas, nutridos de solapas de libros que no entiende. A Chávez lo ha encumbrado la chequera. La chequera suya y mía, que él maneja a su antojo.
Quitadle la chequera que nutre el morralito verde oliva, y veréis cuántos milicos se atreven a gritar socialismo o muerte. Y veréis cuántos están dispuestos a dejarse matar en la guerra asimétrica. Y veréis si el dador puede entrar a un cuartel sin treinta guardaespaldas por lo menos.
Quitadle la chequera que arrienda voluntades, y veréis cuántas cachuchas rojas se dejan arrastrar a sus actos de masas. Y veréis así mismo cuántos le ríen los chistes y aplauden como focas en sus alocuciones. Y veréis si el tipo puede caminar por un barrio sin chaleco antibala
Quitadle la chequera con la que soba a Kirchner, y veréis si puede meterse en Argentina, sin permiso, con trescientos soldados muy bien apertrechados. Y veréis si Castro le rinde moribunda pleitesía. Y veréis si Lula le responde el teléfono.
Quitadle la chequera que costea los lobbies y veréis si le otorgan algún doctorado honoris causae. Y veréis también si la gente importante desperdicia su tiempo en atenderlo. Y cuántos periodistas de renombre y tarifa vienen a recoger sus falsedades.
Quitadle la chequera que le engorda las cuentas a más de un empresario, y veréis el tamaño de sus convicciones. Quitadle la chequera que le da la mesada a algún partido aliado, y veréis si sus líderes le llevan serenatas al Partido Único.
Chávez sin la chequera es un Don Nadie. Otro más del montón. Un cerote a la izquierda. Un punto en una raya. Una insignificancia. Un hablador de necedades, apenas.
Chávez sin la chequera podría ser tantas cosas sin fastidiarnos mucho. Animador de fiestas patronales, verbigracia. Escribidor de novelas radiales. Coordinador de una secta satánica. Conductor de programas de chismes de farándula. Payaso para eventos infantiles. Probador de pañales para adultos.
En un plano más alto, podría ser entrenador de víboras. Buhonero de reliquias ideológicas. Calibrador de insultos. Modelo para prácticas siquiátricas… O, preferiblemente, ejemplo de lo que nunca debió ser.
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