Los cinco frenos de la revolución

Daniel Romero Pernalete

Cinco motores dice Chávez que tiene su proceso. Esos motores, según su propia lengua, llevan directamente al socialismo. Un socialismo, al decir de algunos, totalitario y gris.

El primer motor es la Ley Habilitante, por medio de la cual Chávez ha despojado a la Asamblea Nacional de su potestad para hacer leyes.

El segundo es la Reforma Constitucional, cuyo centro de gravedad es la reelección presidencial indefinida, la eternización de Chávez en el poder.

El tercer motor es la Jornada Moral y Luces, un proyecto de adoctrinamiento masivo para el sometimiento político de la población.

El cuarto es la Nueva Geometría del Poder, gracias a la cual Chávez pretende reorganizar geográficamente el territorio, sepultar la descentralización y anular el papel institucional de estados y municipios.

El último motor es la Explosión del Poder Comunal, que no es otra cosa que la voladura de la intermediación política entre líder y masa, para establecer un vínculo directo entre el uno y la otra.

Afortunadamente para el país y para el futuro, el socialismo chavista es como el pavo real: aletea pero no vuela. No vuela ni volará, porque la revolución, además de motores, tiene sus cinco frenos.

El primero de ellos es la corrupción, ese cáncer ya viejo que ha hecho metástasis en el octenio de Chávez. Él mismo lo ha reconocido, aunque no ha movido un dedo para combatir seriamente el latrocinio. La gente se da cuenta.

Por ahí siguen, sin castigo o sin vergüenza, los generalotes del Plan Bolívar 2000, los pillos del Central Zamora, los alcaldotes y diputadillos que pasaron de pedigüeños a potentados, los rateritos que han hecho nido en más de una organización de base.

El segundo de los frenos es la ineficiencia. Jamás gobierno alguno en Venezuela ha gastado tanto y ha hecho tan poco. La pobreza sigue mortificando a 8 de cada diez venezolanos. El desempleo asoma sus dos dígitos, atenuado por el buhonerismo y un cooperativismo de utilería.

La educación se arrastra entre la mediocridad y el engaño de las misiones. La crisis de la salud no logra ser sofocada por lo curanderos que trajeron de Cuba. Y la delincuencia, organizada o realenga, sigue apagando vidas y proyectos.

El tercer freno es el personalismo atosigante de un Chávez que se cree imprescindible. Que maneja todos los poderes, que quiere un partido único, que no piensa dejar espacio para nadie. De un Chávez megalómano y sectario que ha empezado a irritar a sus propios aliados.

Así, la liebre ha saltado de donde se esperaba. De las propias entrañas del chavismo. De algunos dirigentes de otros partidos que se resisten a ser el desayuno del partido de Chávez. De ciertos personeros de su propia cuadrilla que ven con malos ojos los mandatos eternos.

El cuarto freno es el estatismo, ese deseo de hacer dueño al Estado de bienes y de vidas. Ya a Chávez no le bastan la industria petrolera y las empresas básicas. Ya le puso la garra a algunas empresas importantes y amenazó a otras cuantas.

Cada vez que el Estado ha saltado la cerca del quehacer económico privado ha salido esquilmado del evento. Simplemente no puede aunque quisiera. Y el gobierno se empeña en pasarse la soga por el cuello.

El quinto freno es el pordioserismo, la compra de conciencias y lealtades a punta de prebendas. De becas por hacer nada, de créditos que nunca se devuelven, de migajas programadas para entretener el hambre.

Mientras el chorro petrolero mantenga su grosor, funcionarán las dádivas. Cuando la ubre se seque, se desnudará el hambre. Ya no habrá más limosnas. Despertarán el desencanto y la rabia. Y cantará oro gallo.

Los motores de Chávez pistonean. Los frenos se han trancado. No llegará muy lejos el proceso. Piensa uno.

Comments

Anonymous said…
DE ACUERDO

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