La culpa es de la boca

Daniel Romero Pernalete

Cada vez que Hugo Chávez monta un sainete en vivo pierde libreto y seso. Se le sale la clase, mejor dicho. Queda en cueros, o sea. La lengua se encabrita. Y un acre olor a sapos y a culebras contamina el ambiente.

Lo del 18 de marzo fue un acto grotesco. Un pequeño adelanto de lo que Chávez quiere. ¿O un pequeño adelanto de lo que no podrá? Por la boca, dice la gente, muere el pez. Sin importar cuán gordo sea.

Quiso darse su baño de halago popular, en vivo y en directo, por presuntos favores concedidos. Pero el vals cambió a tango. Las obras ofrecidas al voleo, hace ya algunos años, en algún arrebato de su verbo, siguen siendo promesas incumplidas (por la boca, dice uno, muere el pez). La gente reclamó. En directo y en vivo.

Desnuda la ineficiencia de su gobierno, Hugo Chávez empezó a dar bufidos. Y a señalar culpables. Aquel gobernador o aquel alcalde. Y comenzó el suplicio para los interfectos. Un cirquito romano. El emperadorcito con su dedo inclemente y la galería pidiendo a gritos sangre.

Huyendo de las embestidas, los acosados funcionarios se refugiaron en el burladero de la burocracia y la corrupción. En la carrera no se dieron cuenta de que esas excusas no calificaban. Porque ellos son los jefes de sus dependencias, y enterados están de los raros manejos. Sigue muriendo por la boca el pez.

La culpa fue pasando de gorra en gorra (le pasó por encima a un pobre diablo que preside no sé que oficinita) hasta que aterrizó en un contratista. Y allí estaba el culpable: la empresa privada. Hacia ella apuntó su mala lengua.

Chávez se agarró de este último argumento para promocionar su ideario socialista. La propiedad social lo cura todo. Los contratos, recomendó, hay que entregarlos a los egresados de una fulana escuela de constructores populares, que en otra incontrolada verborrea anunció hace ya meses.

¿Cómo andan las escuelas?, le preguntó al Ministro de Vivienda No funciona ninguna, respondió el funcionario con ganas de que la tierra se lo tragara. De nuevo el comodín de la burocracia y la corrupción. Y otra vez el pez muriendo por la boca.

La mente elemental de Hugo Chávez está poblada por muy pocas ideas, a las cuales recurre en casos de emergencia. Corrupción y burocracia, supo decir, se combaten con Partido Único… Hasta allá no llegó mi entendimiento. ¿Qué tiene que ver el codo con las pestaña?, pregunté en mi ignorancia.

Aprovechó el enlace para caerle a palos a los aliados que no han terminado de digerir el pensamiento único. Les puso las maletas en la puerta. Y abrió más de una herida de esas que no cicatrizan de un día para otro. Y por la boca el pez sigue muriendo.

El acto, en su conjunto, mostró como le gusta gobernar a Chávez. Con Improvisación, sin resultados (importa es el aplauso del momento). Rodeado de funcionarios que ensucien los calzones cuando él sube la voz. Sin opiniones que lo contradigan. Con la ignorancia de unos tarifados haciéndole coro

El único héroe que quedó en la tarima fue el autor del sainete, por supuesto. Con sus manos lavadas y su cara muy limpia. Liberado de culpas (los demás funcionarios las llevaron consigo). Con sus botas cansadas de patear traseros. Imprescindible e incomprendido… (¡Payaso!)

El acto demostró otra cosa importante. Si el país no funciona, la culpa es de la boca (no de la vaca, como dice el libro de Lopera y Bernal). De la boca que ofrece sin reparos. De la boca que humilla. De la boca que se acusa excusándose. De la boca que miente y que engatusa. De la mismísima boca por la que muere el pez.

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