Las cuatro efes del 4F
Daniel Romero Pernalete
Hugo Chávez y su banda de facinerosos siguen empeñados en pervertir la historia. El 4 de febrero es ahora fecha patria. Un día como ése, hace quince años, Venezuela se llenó de vergüenza hacia afuera y de sangre hacia adentro. Los criminales de entonces, hoy pretenden erigirse en héroes.
Resulta que ahora la mitología chavista le ha dado a los sucesos del 4F el rango de rebelión popular. ¡Una rebelión popular donde no hubo pueblo! ¡Un engaño para los soldaditos que salieron a matar o a morir sin que les informaran el motivo! Chávez y su revolución siempre han sido una estafa.
El domingo pasado, patrioterismo, cursilería y traición se dieron un abrazo en el desfile cívico-militar (cínico-militar suena mejor) organizado por Chávez para conmemorar los quince años de su primer fracaso. ¡Es que ni para golpista ha servido!
Aquella escaramuza luctuosa y sin sentido se quiere hacer pasar por gesta heroica. Y los cobardones que la organizaron se quieren disfrazar de salvadores.
El evento del domingo tuvo sus cuatro efes. Fue un acto de asquerosa FELONÍA (es la primera efe) muy bien representado por la Fuerza Armada. Un acto de deslealtad con la Constitución que la define como una institución al servicio del país y no de parcialidades ni de bandidos.
Fue muy triste observar a unos muchachos, uniformados ellos, con las armas de la República en sus manos, regurgitando la consigna aquella del socialismo o muerte.
¿Tendrán conciencia de lo que voceaban? ¿Que ofrendarán su vida en aras del proceso? Eso es asunto suyo. ¿O que tienen derecho a arrebatársela a quien no quiera retroceder la rueda de la historia? ¡Eso es asunto nuestro y ya veremos!
El circo del domingo se convirtió en un acto de vulgar FETICHISMO (es la segunda efe), de una veneración inmerecida al jefe de la comparsa. Las grandes fotos presidiendo el acto recordaban a Mao, a Kim il Sung, a Stalin, a Hitler, a Castro, a Hussein… a lo más putrefacto del pasado reciente.
Las togas y cachuchas allá arriba rindiendo pleitesía a la mitad de un hombre, y el aplauso alquilado del otro lado de la calle (a prudente distancia) hicieron sentir grande al enanote. Entre liliputenses cualquiera es un gigante.
El show del 4F también fue un monumento al FANATISMO (es la tercera efe). Al grito ciego y a la pasión sin luces. A la defensa a ultranzas de un concepto que nadie tiene claro. Ni siquiera su propio promotor
Vociferar contra el imperialismo, vocear insultos contra la oligarquía, exigir obediencia a rajatabla, promocionar el antisemitismo, alimentar rencores, darle la bienvenida a las tinieblas… resulta más sencillo que pensar. No importa adonde vamos, parece que dijeran, pero hacia allá empujamos.
Y la última efe. El desfile fue un acto de tropical FASCISMO. Muy poco original, debe advertirse. El culto a un líder de algodón de azúcar, la intimidante exhibición de armas, los delirios totalitarios de un tipo borracho de poder, el discurso ramplón y amenazante… dejaron ver el pelaje del bicho.
Y las tropas marchando con sus gritos de muerte, y las banderas del partido en manos de soldados, y más de una amenaza a quemarropa contra la disidencia nos transportaron a un pasado gris, de sangre y sufrimiento
La historia ha demostrado, por fortuna, que los abusos cansan. Y que todo mesías de la política ha terminado siempre vapuleado por el mismo pueblo que una vez lo adoró.
Hugo Chávez y su banda de facinerosos siguen empeñados en pervertir la historia. El 4 de febrero es ahora fecha patria. Un día como ése, hace quince años, Venezuela se llenó de vergüenza hacia afuera y de sangre hacia adentro. Los criminales de entonces, hoy pretenden erigirse en héroes.
Resulta que ahora la mitología chavista le ha dado a los sucesos del 4F el rango de rebelión popular. ¡Una rebelión popular donde no hubo pueblo! ¡Un engaño para los soldaditos que salieron a matar o a morir sin que les informaran el motivo! Chávez y su revolución siempre han sido una estafa.
El domingo pasado, patrioterismo, cursilería y traición se dieron un abrazo en el desfile cívico-militar (cínico-militar suena mejor) organizado por Chávez para conmemorar los quince años de su primer fracaso. ¡Es que ni para golpista ha servido!
Aquella escaramuza luctuosa y sin sentido se quiere hacer pasar por gesta heroica. Y los cobardones que la organizaron se quieren disfrazar de salvadores.
El evento del domingo tuvo sus cuatro efes. Fue un acto de asquerosa FELONÍA (es la primera efe) muy bien representado por la Fuerza Armada. Un acto de deslealtad con la Constitución que la define como una institución al servicio del país y no de parcialidades ni de bandidos.
Fue muy triste observar a unos muchachos, uniformados ellos, con las armas de la República en sus manos, regurgitando la consigna aquella del socialismo o muerte.
¿Tendrán conciencia de lo que voceaban? ¿Que ofrendarán su vida en aras del proceso? Eso es asunto suyo. ¿O que tienen derecho a arrebatársela a quien no quiera retroceder la rueda de la historia? ¡Eso es asunto nuestro y ya veremos!
El circo del domingo se convirtió en un acto de vulgar FETICHISMO (es la segunda efe), de una veneración inmerecida al jefe de la comparsa. Las grandes fotos presidiendo el acto recordaban a Mao, a Kim il Sung, a Stalin, a Hitler, a Castro, a Hussein… a lo más putrefacto del pasado reciente.
Las togas y cachuchas allá arriba rindiendo pleitesía a la mitad de un hombre, y el aplauso alquilado del otro lado de la calle (a prudente distancia) hicieron sentir grande al enanote. Entre liliputenses cualquiera es un gigante.
El show del 4F también fue un monumento al FANATISMO (es la tercera efe). Al grito ciego y a la pasión sin luces. A la defensa a ultranzas de un concepto que nadie tiene claro. Ni siquiera su propio promotor
Vociferar contra el imperialismo, vocear insultos contra la oligarquía, exigir obediencia a rajatabla, promocionar el antisemitismo, alimentar rencores, darle la bienvenida a las tinieblas… resulta más sencillo que pensar. No importa adonde vamos, parece que dijeran, pero hacia allá empujamos.
Y la última efe. El desfile fue un acto de tropical FASCISMO. Muy poco original, debe advertirse. El culto a un líder de algodón de azúcar, la intimidante exhibición de armas, los delirios totalitarios de un tipo borracho de poder, el discurso ramplón y amenazante… dejaron ver el pelaje del bicho.
Y las tropas marchando con sus gritos de muerte, y las banderas del partido en manos de soldados, y más de una amenaza a quemarropa contra la disidencia nos transportaron a un pasado gris, de sangre y sufrimiento
La historia ha demostrado, por fortuna, que los abusos cansan. Y que todo mesías de la política ha terminado siempre vapuleado por el mismo pueblo que una vez lo adoró.
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