Socialismo en fichas

Daniel Romero Pernalete

Hugo Chávez continúa escurriéndole el bulto a la confrontación de ideas. Y se esconde detrás de un mogote de excusas. Desde allí dispara sus insultos y sus alucinaciones. Las descalificaciones contra el candidato opositor, empero, no logran disimular el miedo.

El último refugio de su cobardía fue el argumento de que el debate no era entre él y el otro. Que el debate estaba en la calle: entre el socialismo que él encarna y el capitalismo imperialista que atribuye a sus adversarios.

Hasta allí, el Socialismo del Siglo XXI no pasaría de ser una consigna para entusiasmar ingenuos (que los hay sin camisa y los hay togados). Una especie de juerga en la que Jesucristo y Bolívar danzan al lado de bandoleros transnacionales (como Ernesto Guevara), o de bandidos de poca monta (como Pedro Pérez, “Maisanta”).

Hasta allí, el Socialismo del Siglo XXI se vería como el pintoresco producto de la ensalada ideológica que Chávez carga debajo de la boina. Y sus esfuerzos por imponer el socialismo más bien parecerían el intento de desenterrar un fósil político que yace sepultado en las arenas de la historia.

Pero poco a poco han ido apareciendo los restos fosilizados del socialismo. Por allá ha emergido su mandíbula totalitaria: el sometimiento de los poderes públicos, la partidización de la Fuerza Armada, el control de la economía, la domesticación de las universidades…

Más acá ha aparecido el colmillo del terror: la discriminación de los disidentes, el chantaje a los funcionarios públicos, la propaganda amenazante en los medios oficialistas, las agresiones contra dirigentes de la oposición, los fusiles en manos de fanáticos…

Algo más allá han desenterrado la garra del adoctrinamiento castrante: la acomodaticia revisión de la historia, los estupidizantes proyectos educativos, el discurso único repetido sin pausa, las presiones sobre la prensa independiente, la consigna repetida al caletre…

Ahora, han descubierto el espinazo del monstruo: la economía popular basada en el trueque… Con tono de maestrico ilustrado, Chávez decretó la muerte del mercado y explicó el funcionamiento del modelo.

Con su proverbial chabacanería, Chávez explicó que si usted es productor agropecuario, por ejemplo, y cosecha cambures, no puede colocarlos en el mercado a cambio de dinero. Usted tiene que canjearlos por fichas, las cuales solamente pueden ser cambiadas por otros productos, en esa misma zona.

Nada de andar comprando ropa, libros o aparatos modernos con sus fichas. Nada de gastos superfluos. Recuerde que ser rico es malo. Usted tiene derecho a la subsistencia y nada más.

Esas fichas, explicó, tienen validez temporal, por lo que no pueden ser acumuladas ni cambiadas por dinero. Así que olvídese de andar guardando para el futuro. Nada de ahorros para emergencias. Nada de soñar con dejar de ser pobre.

Porque el Socialismo del Siglo XXI lo necesita a usted pobre. Lo quiere dependiente del Estado. Lo necesita vulnerable, manejable, chantajeable. Lo quiere amordazado y maniatado.

Pero ese socialismo primitivo es para los de abajo. Los jerarcas del régimen no gozarán de los beneficios de la economía popular. Ellos no cobrarán en fichas, y seguirán haciendo el sacrificio de cobrar en moneda oficial. Y de cambiarla por dólares, Y de guardarlos en bancos extranjeros.

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