De malandros y demonios

Daniel Romero Pernalete

Uno estira la memoria y no le alcanza para recordar una banda de gobierno de tan baja calaña. En su cúpula conviven la ineptitud y la desvergüenza. La irresponsabilidad y la arrogancia. Todo organizado alrededor de los caprichos de Hugo Chávez.

El jefe de la banda se pasea por el barrio empuñando su filosa ambición. Desintegrando instituciones y negociando lealtades. Repartiendo mentiras y reencauchando promesas. Haciéndose el imprescindible. Fingiendo amores que no siente hacia un pueblo que dejó de creerle. Amenazando a quien se niegue a aceptar su abrazo sulfuroso.

Los demonios menores, atrincherados en gobernaciones y alcaldías, imitan a escala los desmanes del capo. Asumen las mismas poses. Escupen los mismos insultos. Sacuden las mismas consignas. Amparan los mismos atropellos. Practican la misma negligencia…

Otros, con disfraces de ministros, avivan el fuego de la paila socialista donde piensan cocinar el futuro de Venezuela. Amordazan a los medios o los compran. Asaltan la propiedad privada. Adormecen a la juventud desde las aulas. Acosan al disidente que destaca…

Otros, de bastón y charreteras, aseguran el orden del infierno. Enseñan sus armas como buscando el miedo. Preparan guerras donde no está en juego su pellejo. Pervierten la esencia de la Fuerza Armada. Se le cuadran al oprobio y lo sostienen a cambio de prebendas.

Pero parece que Venezuela le quedó pequeña a sus desquiciamientos y a sus torpezas. Y decidieron salir del vecindario a repartirlas. Y el jefe de la banda se pavonea por el mundo con la chequera al cinto. Disparando limosnas para inclinar cervices. Traficando apoyos. Negociando alabanzas. Empujando crisis. Revolviendo ríos para llenar sus redes.

Como las hienas nunca atacan en solitario, el malandro mayor buscó sus socios. Los encontró en los albañales del Siglo XXI… Castro, Kim Jog Il, Ahmadinejad, las FARC, Hezbollá y otros males menores.

Para que no quedara dudas sobre los defectos que los adornan y los motivos que los animan, el jefe de la banda desnudó sus debilidades en la ONU. Sus berridos provocaron el rechazo de tirios y troyanos. Horas después, la nulidad que cobra como canciller protagonizó un vergonzoso incidente en el aeropuerto. Diplomacia de botiquín, piensa uno.

Como apóstoles del abuso y la ignorancia, el malandraje diplomático ha salido a predicar la mala nueva. Ayunos de formación y de roce, dan más pena que rabia. De México echaron a un embajador por entrometido. De Chile botaron a otro por bocón. En Bolivia zarandean a un tercero, incurablemente inútil, por andar metiendo la pata en charco ajeno.

No hay dudas: el país está en manos de indeseables. Los azotes del barrio se han unido para gobernarnos. Y se han aliado con lo peorcito de otros vecindarios para mortificar al mundo. Uno no sabe si fue Dios quien los creó. Lo que sí parece cierto es que el demonio los ha juntado.

Hay nubarrones en el horizonte, es cierto. Pero uno, ingenuo o terco, se aferra a la esperanza. Y termina pensando que el rufianesco entramado tiene sus piezas claves. Y que moviendo alguna… la estructura colapsa.

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