Los gruñidos de Chávez

Daniel Romero Pernalete

Cuando se sienten acorraladas, las bestias gruñen. Y enseñan los dientes. Y erizan su pelambre para parecer más fuertes. Pretenden ocultar su miedo asustando. Pasa igual entre animales que entre déspotas. Eso está pasando con Hugo Chávez.

Cuando regresó de uno de sus largos e inútiles periplos, sus aduladores anunciaron una bienvenida de héroe. Bajo chantaje arrastraron a unos cuantos empleados públicos. Con una botellita de licor barato enamoraron a más de un borrachín. Con unas monedas y una franela convocaron a más de un pedigüeño profesional. Unos pocos fueron, de verdad, para ovacionar al estrafalario viajero.

Los programados vítores y la poca emotividad del acto delató el carácter aluvional de la audiencia. La asistencia, en nada comparable a las movilizaciones de otro tiempo, le reveló al recién llegado que ya no entusiasma como antes. Esto debió asustar al homenajeado. Terminó de asustarlo, mejor dicho

Porque sus temores son compuestos. Su gobierno, por ejemplo, es percibido por muchos venezolanos como una orquesta de sordos donde cada uno toca su instrumento como le da la gana. Su partido, por otro lado, es un saco de gatos en celo. La pugna por las cuotas de poder ya ni se disimulan. Y no falta quien pretenda heredar saco y orquesta.

En la acera de enfrente, la oposición se recompone. La gente sacude su apatía. Manuuel Rosales se le metió en los barrios. Benjamín Rausseo le pisa los juanetes. Ocho años de fracasos y promesas incumplidas empezaron a pasar factura.

Puertas afuera las cosas no andan mejor. Lula no quiere que lo asocien con Chávez. Las ínfulas de López Obrador son meras pataletas. Fidel se muere por entregas. Bachelet coquetea con la CAN. Morales no ve luz en Bolivia. El antiimperialismo de utilería perdió el filo.

El miedo es acumulativo. Estaba en el borde del vaso. Y el deslucido recibimiento de héroe vino a derramarlo. Se activaron las alarmas. Se disparó la adrenalina. Y, más dirigiéndose a los otros que a los suyos, Chávez quiso atemorizar con varios cocos.

Amenazó con profundizar el socialismo (o el estalinismo, como bien dice su pupilo, el Alcalde Mayor). Habló de ética socialista (que es la misma moral comunista que inspira a Fidel Castro). Anunció por enésima vez el advenimiento de la democracia protagónica (en la que el único protagonista, por supuesto, es él). Y el gruñido más grave: anunció su decisión de perpetuarse en el poder mediante la reelección indefinida.

Reelección indefinida significa perpetuar la pobreza de la cual se alimenta el discurso chavista. Significa eternizar el pillaje organizado desde las más altas esferas del gobierno. Enjaular al país en esquemas decimónicos. Inundar de miseria a Venezuela para que las misiones de Chávez lleguen al rescate.

Reelección indefinida significa institucionalizar la intolerancia, la ineptitud y la soberbia. Significa ensanchar la brecha que separa a unos venezolanos de otros. Extender indefinidamente la discriminación y el terrorismo de estado. Someter a todo un pueblo a los caprichos de un mandamás mentiroso e incapaz. Mucha gente ha empezado a entenderlo

Chávez quiere asustar gruñendo. Pero dientes y garras ya no espantan a nadie…salvo a su propio miedo.

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