Que los perdone Dios
Daniel Romero Pernalete
La pesadilla en Venezuela tendrá fin. Tarde o temprano. De una u otra forma. Cuando tal cosa ocurra, algo hay que hacer con la banda de truhanes que hoy maneja los asuntos públicos. No faltará quien piense que, llegado el momento, hay que olvidar agravios y empezar de nuevo. No me cuento entre ellos
Algunos dirigentes de oposición, para hacerse simpáticos, andan repartiendo perdones por adelantado. Es algo así como dar licencia al chavismo para que robe, mate, atropelle, abuse… porque a la hora del juicio las deudas serán condonadas. Soy de otro parecer, talvez menos cristiano.
Sería injusto que mañana conviva la opulencia de los ladrones de hoy con la miseria de los pobres de siempre. Las panzas de nuevo cuño con el hambre de toda una vida. El producto del pillaje con el resultado del engaño… Los desfalcadores del tesoro público no pueden ser perdonados.
Será difícil estrechar las manos que han ensangrentado el país. Que aprietan gatillos asesinos o proveen excusas para hacerlo. Que avalan guerras y enseñan a matar. Que garantizan, por complacencia o ineptitud, la impunidad del delito… Los criminales no pueden ser perdonados.
Será difícil la reconciliación con las lenguas que siembran y cultivan odios fratricidas. Que sojuzgan con chantajes o amenazas. Que abren heridas y separan pueblos. Que desnaturalizan la historia. Que mienten sin rubor y engañan sin escrúpulos… Los oficiantes de la perversión no pueden ser perdonados.
Sería una insensatez practicar la política del borrón y cuenta nueva con quienes han pateado la democracia en Venezuela. Con quienes han hecho burla de la institución del voto. Con quienes le pusieron boina roja a la justicia. Con quienes diariamente hacen ejercicios de genuflexión en la Asamblea Nacional o en el Consejo Nacional Electoral… Los verdugos de la democracia no pueden ser perdonados.
Sería absurdo compartir el sueño de un nuevo país con quienes lo han destruido. Con quienes han dilapidado la riqueza de todos. Con quienes han desbaratado la economía y alejado el bienestar. Con quienes compran pleitesía en efectivo. Con quienes han convertido la Fuerza Armada en un gallinero. Con quienes echan del país a la juventud y al talento... Los responsables del desastre económico y moral no pueden ser perdonados.
Mucho tiempo pasará para que Venezuela emerja de sus ruinas. Se necesitará mucho esfuerzo. Muchos recursos. Y alguien debe responder por el desastre. El no-perdón es una obligación. Un compromiso
La factura habrá que pasársela a las cúpulas (más podridas que cualquier otra) políticas, económicas y militares que controlan los hilos del poder. La cuenta la cancelan los pastores, no el rebaño.
Al rebaño habrá que reeducarlo. Impulsarlo a cambiar la limosna por el trabajo productivo. A sustituir la dádiva por el salario justo. La adulación indigna por el reclamo asertivo. La mirada sumisa por el ojo crítico.
Puede dejarse a la justicia divina el cobro de las faltas a la Ley de Dios. A su tiempo, los pecadores rendirán cuentas. El Viejo verá si los perdona
Para los delitos terrenales, que han afectado a todo un pueblo, se necesita otra justicia más concreta. Más de aquí y de ahora. Sin abusos pero sin perdones.
La pesadilla en Venezuela tendrá fin. Tarde o temprano. De una u otra forma. Cuando tal cosa ocurra, algo hay que hacer con la banda de truhanes que hoy maneja los asuntos públicos. No faltará quien piense que, llegado el momento, hay que olvidar agravios y empezar de nuevo. No me cuento entre ellos
Algunos dirigentes de oposición, para hacerse simpáticos, andan repartiendo perdones por adelantado. Es algo así como dar licencia al chavismo para que robe, mate, atropelle, abuse… porque a la hora del juicio las deudas serán condonadas. Soy de otro parecer, talvez menos cristiano.
Sería injusto que mañana conviva la opulencia de los ladrones de hoy con la miseria de los pobres de siempre. Las panzas de nuevo cuño con el hambre de toda una vida. El producto del pillaje con el resultado del engaño… Los desfalcadores del tesoro público no pueden ser perdonados.
Será difícil estrechar las manos que han ensangrentado el país. Que aprietan gatillos asesinos o proveen excusas para hacerlo. Que avalan guerras y enseñan a matar. Que garantizan, por complacencia o ineptitud, la impunidad del delito… Los criminales no pueden ser perdonados.
Será difícil la reconciliación con las lenguas que siembran y cultivan odios fratricidas. Que sojuzgan con chantajes o amenazas. Que abren heridas y separan pueblos. Que desnaturalizan la historia. Que mienten sin rubor y engañan sin escrúpulos… Los oficiantes de la perversión no pueden ser perdonados.
Sería una insensatez practicar la política del borrón y cuenta nueva con quienes han pateado la democracia en Venezuela. Con quienes han hecho burla de la institución del voto. Con quienes le pusieron boina roja a la justicia. Con quienes diariamente hacen ejercicios de genuflexión en la Asamblea Nacional o en el Consejo Nacional Electoral… Los verdugos de la democracia no pueden ser perdonados.
Sería absurdo compartir el sueño de un nuevo país con quienes lo han destruido. Con quienes han dilapidado la riqueza de todos. Con quienes han desbaratado la economía y alejado el bienestar. Con quienes compran pleitesía en efectivo. Con quienes han convertido la Fuerza Armada en un gallinero. Con quienes echan del país a la juventud y al talento... Los responsables del desastre económico y moral no pueden ser perdonados.
Mucho tiempo pasará para que Venezuela emerja de sus ruinas. Se necesitará mucho esfuerzo. Muchos recursos. Y alguien debe responder por el desastre. El no-perdón es una obligación. Un compromiso
La factura habrá que pasársela a las cúpulas (más podridas que cualquier otra) políticas, económicas y militares que controlan los hilos del poder. La cuenta la cancelan los pastores, no el rebaño.
Al rebaño habrá que reeducarlo. Impulsarlo a cambiar la limosna por el trabajo productivo. A sustituir la dádiva por el salario justo. La adulación indigna por el reclamo asertivo. La mirada sumisa por el ojo crítico.
Puede dejarse a la justicia divina el cobro de las faltas a la Ley de Dios. A su tiempo, los pecadores rendirán cuentas. El Viejo verá si los perdona
Para los delitos terrenales, que han afectado a todo un pueblo, se necesita otra justicia más concreta. Más de aquí y de ahora. Sin abusos pero sin perdones.
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