¡Gobernantes hipócritas"
Daniel Romero Pernalete (*)
Para manteneros en el poder, gobernantes venezolanos de todos los calibres, sois capaces de cualquier cosa. Hasta de jugar con la fe y las creencias de la gente. Ahora os ha dado por reinventar a Jesucristo. Por convertirlo en precursor de este infeliz despropósito que vosotros llamáis socialismo del Siglo XXI. Y lo nombráis en cada discurso. Y lo invocáis en cada delirio. Vuestra indocumentada ceguera o vuestra estrechez de criterio no os permite ver cuán distante estáis del Jesucristo que tanto manoseáis. Os invito a visitar el Evangelio de Mateo. El Capítulo XXIII, para ser más preciso. Allí encontraréis a un Jesucristo que os abofeteará. El Jesucristo que condena sin atenuantes uno de vuestros más visibles hábitos: la hipocresía. Vosotros, más que nadie, merecéis el calificativo de hipócritas.
¡Hipócritas! Porque condenáis la riqueza mientras engordáis vuestras cuentas bancarias. Y llamáis al pueblo a luchar por vuestro proyecto aún con hambre y sin vestido. Pero vosotros lucís los trajes más costosos. Y saboreáis las comidas más finas. Y bebéis las más caras bebidas. Y vivís en las mejores casas. Y conducís los autos más lujosos. Vuestra conducta y vuestra palabra están separadas por un abismo de hipocresía
¡Hipócritas! Porque decís amar al pueblo y en el fondo lo despreciáis. Y le ordenáis callar para que sólo vuestra voz se escuche. Y le ofrecéis limosnas para que siempre sigan siendo pobres. Porque pobres los necesitáis. Para que siempre requieran de vuestras dádivas. Os pretendéis mostrar justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
¡Hipócritas! Porque cada migaja que le ofrecéis al pueblo, va anunciada con luces y fanfarrias. Para que todos sepan que estáis dando limosnas. Para que el pueblo sencillo os alabe. Para que vuestra mano izquierda esté bien enterada de lo que hace vuestra diestra. Para sentiros grandes entre tanta miseria programada.
¡Hipócritas! Porque reclamáis de otros países respeto a la soberanía, pero os inmiscuís en sus asuntos para extender vuestra perversa influencia. Y permitís que un anciano y decrépito dictador os enseñe a sojuzgar a vuestro pueblo. Y amarráis el futuro del país al destino de dos o tres estados forajidos. Veis la paja en el ojo del vecino, pero no la viga en el vuestro.
¡Hipócritas! Porque juráis luchar a muerte contra la corrupción, pero en el fondo la promovéis. Manejáis a vuestro antojo los dineros de todos. Y hacéis oídos sordos a las denuncias. Y permitís que tu entorno se llene las alforjas. Y ponéis a los perros a cuidar longanizas. Así, limpiáis los vasos y los platos por fuera, mientras por dentro están llenos de rapiñas y codicias.
¡Hipócritas! Porque de labios honráis a Jesucristo, pero mantenéis vuestro corazón bien lejos de su espíritu. Os dejo sus palabras, en versión de Mateo (23:33): “¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?”… Y de la condena de la historia, ¿cómo escaparéis?, pregunto yo.
(16.02.06)
Para manteneros en el poder, gobernantes venezolanos de todos los calibres, sois capaces de cualquier cosa. Hasta de jugar con la fe y las creencias de la gente. Ahora os ha dado por reinventar a Jesucristo. Por convertirlo en precursor de este infeliz despropósito que vosotros llamáis socialismo del Siglo XXI. Y lo nombráis en cada discurso. Y lo invocáis en cada delirio. Vuestra indocumentada ceguera o vuestra estrechez de criterio no os permite ver cuán distante estáis del Jesucristo que tanto manoseáis. Os invito a visitar el Evangelio de Mateo. El Capítulo XXIII, para ser más preciso. Allí encontraréis a un Jesucristo que os abofeteará. El Jesucristo que condena sin atenuantes uno de vuestros más visibles hábitos: la hipocresía. Vosotros, más que nadie, merecéis el calificativo de hipócritas.
¡Hipócritas! Porque condenáis la riqueza mientras engordáis vuestras cuentas bancarias. Y llamáis al pueblo a luchar por vuestro proyecto aún con hambre y sin vestido. Pero vosotros lucís los trajes más costosos. Y saboreáis las comidas más finas. Y bebéis las más caras bebidas. Y vivís en las mejores casas. Y conducís los autos más lujosos. Vuestra conducta y vuestra palabra están separadas por un abismo de hipocresía
¡Hipócritas! Porque decís amar al pueblo y en el fondo lo despreciáis. Y le ordenáis callar para que sólo vuestra voz se escuche. Y le ofrecéis limosnas para que siempre sigan siendo pobres. Porque pobres los necesitáis. Para que siempre requieran de vuestras dádivas. Os pretendéis mostrar justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
¡Hipócritas! Porque cada migaja que le ofrecéis al pueblo, va anunciada con luces y fanfarrias. Para que todos sepan que estáis dando limosnas. Para que el pueblo sencillo os alabe. Para que vuestra mano izquierda esté bien enterada de lo que hace vuestra diestra. Para sentiros grandes entre tanta miseria programada.
¡Hipócritas! Porque reclamáis de otros países respeto a la soberanía, pero os inmiscuís en sus asuntos para extender vuestra perversa influencia. Y permitís que un anciano y decrépito dictador os enseñe a sojuzgar a vuestro pueblo. Y amarráis el futuro del país al destino de dos o tres estados forajidos. Veis la paja en el ojo del vecino, pero no la viga en el vuestro.
¡Hipócritas! Porque juráis luchar a muerte contra la corrupción, pero en el fondo la promovéis. Manejáis a vuestro antojo los dineros de todos. Y hacéis oídos sordos a las denuncias. Y permitís que tu entorno se llene las alforjas. Y ponéis a los perros a cuidar longanizas. Así, limpiáis los vasos y los platos por fuera, mientras por dentro están llenos de rapiñas y codicias.
¡Hipócritas! Porque de labios honráis a Jesucristo, pero mantenéis vuestro corazón bien lejos de su espíritu. Os dejo sus palabras, en versión de Mateo (23:33): “¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?”… Y de la condena de la historia, ¿cómo escaparéis?, pregunto yo.
(16.02.06)
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