¿Elecciones? ¡Bah!
Daniel Romero Pernalete
Venezuela se adentra en el Siglo XXI partida en dos pedazos. La partió de un tajo la ambición de un militarcito mal acompañado. Por allá anda una de las mitades, rendida a los pies de un caudillo sin escrúpulos. Viviendo de la limosna o del chanchullo. Remeros todos de un barco sin destino. Miserables unos por sus condiciones de vida. Miserables otros por su abyecta conducta. Amarrados todos al carisma del Jefe. Homogeneizado su pensamiento. Gritando las mismas consignas, unos en la plaza del barrio, otros en el Tribunal Supremo de Justicia. Emboinados los primeros, togados los últimos. Asidos todos al mismo mecate, unos en espera de la redención mil veces aplazada, otros temerosos de caer en el mismo estercolero de donde salieron. Unificados, eso sí, bajo la férula de Chávez.
Por acá marcha la otra mitad del país, la que no tiene dueño. Dispersa en su intención. Gente asociada en una misma angustia. Militante de una misma rabia. Tropa rebelada contra unos capitanes desgastados y miopes… Quienes se oponen al régimen, en legítima defensa, le han quedado grande a sus dirigentes. Los han sobrepasado. Los llevan a empujones. Pero los dirigentes se resisten a aprender. Siguen empeñados en jugar una partida de ajedrez con fichas de damas. Sólo porque el tablero se les parece. Y se enredan en un juego electoral ridículo y perverso.
En efecto, por allí anda más de uno ofreciendo cosas que no podrá cumplir. Ensayando un populismo en el que Chávez es campeón indiscutible. Inventando victorias que nunca vendrán. O, lo que es peor, poniendo condiciones para participar en las elecciones de diciembre. Con lo cual demuestran un cinismo sin límite o una ingenuidad sin parangón. Piden un nuevo CNE, “como lo manda la Constitución”, designado por la Asamblea Nacional. Pero ¿qué es la Asamblea Nacional sino una cofradía de eunucos cuya misión es complacer al Faraón Tropical que allí los puso? ¿Puede acaso salir de allí alguna cosa que no esté al servicio de Hugo Chávez?
Pero, además, no son solamente los nombres del CNE los que torpedean el ejercicio efectivo del voto. Es el sistema tramposamente automatizado. Es el Registro Electoral truculentamente conformado. Es la permanente intromisión del gobierno en la campaña electoral. Es la coerción ejecutada contra quien algún favor debe al gobierno. Es la abierta coacción ejercida sobre el funcionario público. Es el descarado financiamiento de la campaña oficial con fondos públicos. Es la indefensión frente a unos poderes públicos arrodillados ante el nuevo Mesías. Es la sistemática violación de los principios y normas que regulan el proceso de elegir.
Chávez no se va a punta de votos. Eso debería estar claro. Su ambición y su talante se lo impiden. Sus colaboradores tampoco aceptarían el desalojo. La riqueza, dicen, es una mala costumbre (pero costumbre al fin). Hay intereses vitales en juego. El uno y los otros están concientes de los delitos que han cometido. Y saben que más adelante los espera una celda. O un exilio, que es menos incómodo. El cogollo chavista, en dos platos, no se va por las buenas.
Participar en la bufonada electoral es seguir jugando al imbécil. Es promover el protagonismo de Chávez. Chávez vive de la confrontación. El enganche con sus bases es emocional. Por eso Chávez se desespera cuando no tiene a quien golpear. Necesita al otro para divertir a la canalla. Para que la gente no le busque el queso a la tostada. Para ocultar su proverbial ineficiencia. Cuando no tiene un retador endógeno, lo busca afuera: Bush, Fox, Toledo… Pero eso no entusiasma a la masa. La masa prefiere un contendor del patio…Chávez necesita con quien pelear. La belicosidad contenida envenena a Chávez. Lo obnubila. Y lo hace finalmente clavar su ponzoña en algún atarantado servidor.
Yo lo dejaría sólo en el escenario. Las luces enfocando su fracaso como gerente. Resaltando su raquitismo intelectual. Su anemia moral. La debilidad de su llamado. La escasa calidad del barro con el que está hecho.
04.02.06
Venezuela se adentra en el Siglo XXI partida en dos pedazos. La partió de un tajo la ambición de un militarcito mal acompañado. Por allá anda una de las mitades, rendida a los pies de un caudillo sin escrúpulos. Viviendo de la limosna o del chanchullo. Remeros todos de un barco sin destino. Miserables unos por sus condiciones de vida. Miserables otros por su abyecta conducta. Amarrados todos al carisma del Jefe. Homogeneizado su pensamiento. Gritando las mismas consignas, unos en la plaza del barrio, otros en el Tribunal Supremo de Justicia. Emboinados los primeros, togados los últimos. Asidos todos al mismo mecate, unos en espera de la redención mil veces aplazada, otros temerosos de caer en el mismo estercolero de donde salieron. Unificados, eso sí, bajo la férula de Chávez.
Por acá marcha la otra mitad del país, la que no tiene dueño. Dispersa en su intención. Gente asociada en una misma angustia. Militante de una misma rabia. Tropa rebelada contra unos capitanes desgastados y miopes… Quienes se oponen al régimen, en legítima defensa, le han quedado grande a sus dirigentes. Los han sobrepasado. Los llevan a empujones. Pero los dirigentes se resisten a aprender. Siguen empeñados en jugar una partida de ajedrez con fichas de damas. Sólo porque el tablero se les parece. Y se enredan en un juego electoral ridículo y perverso.
En efecto, por allí anda más de uno ofreciendo cosas que no podrá cumplir. Ensayando un populismo en el que Chávez es campeón indiscutible. Inventando victorias que nunca vendrán. O, lo que es peor, poniendo condiciones para participar en las elecciones de diciembre. Con lo cual demuestran un cinismo sin límite o una ingenuidad sin parangón. Piden un nuevo CNE, “como lo manda la Constitución”, designado por la Asamblea Nacional. Pero ¿qué es la Asamblea Nacional sino una cofradía de eunucos cuya misión es complacer al Faraón Tropical que allí los puso? ¿Puede acaso salir de allí alguna cosa que no esté al servicio de Hugo Chávez?
Pero, además, no son solamente los nombres del CNE los que torpedean el ejercicio efectivo del voto. Es el sistema tramposamente automatizado. Es el Registro Electoral truculentamente conformado. Es la permanente intromisión del gobierno en la campaña electoral. Es la coerción ejecutada contra quien algún favor debe al gobierno. Es la abierta coacción ejercida sobre el funcionario público. Es el descarado financiamiento de la campaña oficial con fondos públicos. Es la indefensión frente a unos poderes públicos arrodillados ante el nuevo Mesías. Es la sistemática violación de los principios y normas que regulan el proceso de elegir.
Chávez no se va a punta de votos. Eso debería estar claro. Su ambición y su talante se lo impiden. Sus colaboradores tampoco aceptarían el desalojo. La riqueza, dicen, es una mala costumbre (pero costumbre al fin). Hay intereses vitales en juego. El uno y los otros están concientes de los delitos que han cometido. Y saben que más adelante los espera una celda. O un exilio, que es menos incómodo. El cogollo chavista, en dos platos, no se va por las buenas.
Participar en la bufonada electoral es seguir jugando al imbécil. Es promover el protagonismo de Chávez. Chávez vive de la confrontación. El enganche con sus bases es emocional. Por eso Chávez se desespera cuando no tiene a quien golpear. Necesita al otro para divertir a la canalla. Para que la gente no le busque el queso a la tostada. Para ocultar su proverbial ineficiencia. Cuando no tiene un retador endógeno, lo busca afuera: Bush, Fox, Toledo… Pero eso no entusiasma a la masa. La masa prefiere un contendor del patio…Chávez necesita con quien pelear. La belicosidad contenida envenena a Chávez. Lo obnubila. Y lo hace finalmente clavar su ponzoña en algún atarantado servidor.
Yo lo dejaría sólo en el escenario. Las luces enfocando su fracaso como gerente. Resaltando su raquitismo intelectual. Su anemia moral. La debilidad de su llamado. La escasa calidad del barro con el que está hecho.
04.02.06
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