EL CIRCO CONTINÚA

DANIEL ROMERO PERNALETE

El circo continúa. Con sus payasos, malabaristas y magos de medio pelo. Jorgito, con su naricita redondita y roja, es figura principal. Lo hemos visto, oído y leído. Con sus numeritos graciosamente irreales. Fantaseados, para usar sus propios términos. Torcidos. Manipulados. Intentando convencernos de que la jornada del domingo fue una triunfo de la democracia. Un éxito para el CNE. Un espaldarazo al proceso. Un ejemplo para todo el mundo (como para ponerse a llorar de la emoción). Parecía dirigirse más al dueño del circo que a las gradas.

A Jorgito parece no importarle que, según sus cuentas, setenta de cada cien venezolanos no asistieron a votar. Más bien pretende estar feliz porque en el 2000 fueron setenta y seis los que rechazaron la invitación. Mejoramos, dijo. Malabarismo y del malo. Pena, más bien, debe sentir. Después de soberana alharaca. Después de predecir una abstención de 28%. Después de tanto recurso y de tanto discurso. Sobre todo en un país tan sensible hoy a las cuestiones políticas. Ni el llamado del amo entusiasmó a la gente. El grito del comandante como que ha perdido potencia. No funcionó la maquinaria. Ni el descarado e ilegal proselitismo a destiempo. Parece que no son tantos los incondicionales de Chávez. Amor con hambre no dura, dice un refrán. Si entendió el mensaje, el amo debe estar preocupado. Aunque más preocupado debe estar Jorgito. Porque cuando el mensaje no le gusta, el Caudillo se desquita con el mensajero. A Jorgito puede salirle destierro diplomático. Hay, quizás, una embajada en su caída.

Jorgito no da explicaciones sobre las injustificadas prórrogas del domingo. Se limitó a decir que casi 500 mil votantes fueron a sufragar una vez agotado el lapso para las votaciones. Y que ese medio millón de retardados (en el tiempo, aclaro) estaban muy contentos. A uno le entra la suspicacia. Cuando Jorgito enseña para un lado, uno mira para el otro. Cuando está repartiendo la baraja, uno no mira las cartas sino la manga. Esos 500 mil votantes deben ser invisibles. Nadie los vió. Sus votos seguramente aparecerán en las totalizaciones pero no en las cajas. Magia pura. Son votos starmáticos. Por eso, sospecha uno, se dejaron abiertas las todas las mesas (y no solamentre las que eventualmente tuvieran votantes en las colas). Así era más fácil repartir tan grande número de votos virtuales, cuya descarada intención era bajar artificialmente el ausentismo electoral. Y birlarle una que otra concejalía al adversario. O al propio aliado (Grupo Tupamaro dixit)

Pero Jorgito nos deleita con otras maromas. Como aquello de saludar cualquier acción que "incremente la participación" (es decir, que disminuya la abstención). No importa si esa acción consiste en arrear, a punta de amenazas, a votantes renuentes o descontentos. No importa si la acción es el chantaje o el soborno. No importa si la acción es violentar la propia Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política (ya otorgando prórrogas innecesarias, ya permitiendo el proselitismo presidencial en plena acto de votación). ¡Menuda forma de promover la participación!

Para Jorgito, el proceso trancurrió "de manera impecable". Burla mayor. Hojée el lector cualquier diario decente y podrá sentir el decontento de los que votaron. Incluso entre las filas del oficialismo. Las denuncias de fraude y ventajismo aparecen por racimos. El proceso tuvo de impecable lo que de piadoso tuvo Adolfo Hitler.

El payaso principal también tiene sus segundones. Como los imbéciles (no encuentro otra palabra que calce) que actuaron como observadores internacionales. Volaron a destacar el "creciente apoyo a la institucionalidad" del país (como si no contaran los diez millones de electores que decidieron no votar). O se apresuraron a retribuir las vacaciones con gastos pagados por el gobierno celebrando que el proceso se realizó "sin incidentes que lamentar". Algo así como regocijarse de que no haya accidentes de tránsito en una avenida donde no hay tráfico vehicular. Pendejo el que aún crea en tales observadores.

El acto circense lo complementan, como teloneros, algunos dirigentres políticos de uno y otro lado. Unos, convirtiendo su 15% en una "rotunda victoria" de la revolución. Otros, atribuyéndose la paternidad de la abstención. Y tratando de cobrar su renta política. Como que no se percatan, unos y otros, de que la abstención, en muy alta medida, fue expresión, espontánea pero racional, del desprecio que la gente siente por un gobierno putrefacto. Por un CNE en avanzado estado de descomposición. Por un liderazgo tradicional que hace tiempo fue rebasados por el pueblo orejano.

10.08.05

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